Fragmento del cuadro Nº 5 de Pollock

La semana pasada publicaba El País que «el arte contemporáneo alcanza la cifra récord de 495 millones de dólares» en referencia a la subasta de Christie’s que ha sido la más cara de su historia y que tuvo lugar en la noche del pasado miércoles.

Adjudicaron 12 obras de artistas como Pollock, Basquiat, Lichtenstein, Cornell, Manzoni, Hofmann o Serra y el record lo obtuvo la pintura ‘Número 19’, datada en 1948, de Jackson Pollock, por la que se pagaron 58,4 millones de dólares, el doble del precio de salida… ¡Casi quinientos millones de dólares cambiaron de manos por 12 lienzos en tan solo una velada!

No es la primera vez que pasa. Varias veces al año podemos leer en los medios de comunicación como tal empresa de subastas, o aquella otra, bate un nuevo record con un lienzo de algún artista que, en la mayoría de los casos, fue absolutamente incomprendido y maltratado en vida.

¿La razón de estos precios desorbitados es porque hemos tomado consciencia de la importancia de la cultura y pretendemos resarcir a los creadores mediante la compensación con dinero a los herederos, o invirtiendo esas enormes cantidades en apoyo a los creadores vivos jubilados, o en crear escuelas de arte para jóvenes con talento?

No, la razón parece ser que es mucho más terrenal. Lo que hay detrás de este gran crecimiento en las subastas de arte es la eclosión de fortunas en países emergentes como Rusia, Asia y América Latina. Es solo por especulación, esta característica tan «humana» que permite que una obra de arte se sobredimensione y valga millones de dólares mientras que la muerte de 19.000 niños al día ya no tenga ni valor como noticia.

No se que pensarían Van Gogh, Klimt, Pollock y el resto de artistas si pudieran comprobar las cifras astronómicas a las que llegan sus creaciones después de muertos y gracias a la especulación. Pero no sería de extrañar que de haberlo sabido hubieran destruido su trabajo antes de morir, lo hubieran donado a algún museo para el disfrute de todos los mortales, o hubieran dejado algún tipo de licencia que no permitiera la especulación posterior. Reconozco que esto también es especular, pero esta especulación a nadie daña.

Esto me trae a la memoria a Piero Cannata cuando con un martillo destrozó un dedo del pie izquierdo del David de Miguel Ángel al grito de «A cada tiempo su arte», o cuando intervino sobre el cuadro de Pollock titulado ‘Senderos ondulados’ y retaba a los periodistas a que diferenciaran entre su trazo y el de Pollock (para el que no lo recuerde Pollock pintaba tirando pintura sobre la tela, escupiendo, o incrustando cigarros, entre otras técnicas novedosas). Y no fueron estas las únicas barbaridades que hizo Cannata a grandes obras de la historia del arte.

Piero Cannata fue recluido en un psiquiátrico por esquizofrénico… ¿Pero no es esta situación como para volverse loco?

¿Qué debe pensar un artista hoy que no consigue salir adelante con su trabajo después de años de estudio y dedicación y lee este tipo de noticias en los medios? ¿Es razonable, en la situación que estamos viviendo, seguir alimentando este circo de farsa y especulación?

La solución no es sencilla, y desde luego no pasa por coger el martillo. Pasa por aplicar el sentido común, que ya sabemos que es el menos común de los sentidos, y apostar por la producción y no por la especulación. Abandonar la cultura del pelotazo, la cultura del intermediario abusivo, la cultura del ‘retengo para que suba su precio’, la cultura de que todo lo hecho en el pasado, por ser único e irrepetible, se puede sobredimensionar mientras que el mundo real, el del día a día, se va a la mierda.

No, no es razonable hoy ni especular con el arte, ni con los bienes inmuebles, ni con el dinero, ni con la deuda… ¡Y mucho menos con la vida!

Y para los que piensen así les invito a leer el recientemente publicado libro de Marc Gauvin titulado ‘El PYSOP del Dinero’.

Foto destacada: Fragmento del cuadro Nº 5 de Pollock